jueves, 9 de octubre de 2008

Los padres, entre el rechazo, la culpabilidad y la vergüenza

Jueces, fiscales, policías y directores de centros de menores cuentan que los padres de los jóvenes delincuentes caen a menudo en un círculo del que no consiguen salir. Notan que el hijo se está pasando, que pide demasiado, pero se sienten culpables por no haberle dedicado tiempo y acaban protegiéndole haga lo que haga. Esta circunstancia, según los expertos, se agrava en las familias de alto nivel económico y social.
"Pasa muchas veces que los padres no ven el problema, les cuesta reconocerlo", cuenta Carmen Orland, la juez de Menores de Huelva. "Si tienen un alto concepto de sí mismos, no admiten que tienen un fallo y es difícil que ayuden". Los chavales, en muchas ocasiones, alimentan la confusión. En casa son hijos educados, dulces, correctos. Pero al salir a la calle, dan rienda suelta a su rebeldía de la peor manera.
Algunos jóvenes, según María Luisa Cercas, la directora general de Reforma Juvenil, usan las peleas para llamar la atención de sus padres. "Aunque la policía les tenga que ir a buscar a su casa cuatro veces". "Los padres no tienen tiempo y atienden de forma inmediata lo que les pide el niño. Y los hijos no están acostumbrados a que se les niegue nada".
El punto de inflexión para muchos de estos padres llega cuando el juez decreta el internamiento de su hijo en un centro de menores. La primera reacción de los progenitores suele ser rechazar la situación, negarle la razón al juez. Después, la vergüenza. "Estos centros siempre se han relacionado con las clases sociales más bajas y no entienden que su hijo tenga que estar ahí. Les da vergüenza tener un hijo así, explicárselo a sus conocidos", señala la directora general.
Isabel Ruiz, la directora del centro San Francisco de Asís, en Torremolinos (Málaga), está acostumbrada a esa reacción de los padres. Pero la experiencia le ha enseñado que ésta también se reeduca. "Hay familias que se sienten avergonzadas cuando su hijo llega al centro, pero el 100% nos lo agradece luego. Hacemos ese trabajo que a ellos se les ha escapado y acaban por aceptarlo". Cuando lo admiten, señalan los expertos, son los primeros en ayudar al cambio de actitud del joven. Según las estadísticas de la Consejería de Justicia, el 70% de los chavales ingresados en centros no vuelven a delinquir.

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