jueves, 9 de octubre de 2008

PALIZA POR PURO PLACER

Javier fue víctima de una agresión brutal el año pasado. Sin mediar palabra, un grupo de chavales de su misma edad se le echó encima y le pateó hasta aburrirse. Javier, que ahora tiene 17 años, era un adolescente de poco cuerpo y la paliza agigantó sus complejos. Pero también le cargó de rencor. Tras recuperarse de las heridas, se apuntó a un gimnasio, se machacó durante meses y, cuando se sintió preparado, pasó al ataque. De víctima a verdugo.

Así se convirtió en matón uno de los detenidos esta semana en Sevilla por apalear a un menor la madrugada del 13 de octubre en las inmediaciones de la Plaza de España. Javier es su nombre ficticio, pero el resto de su historia, según explica una fuente policial, es real. Como él, otros seis jóvenes, la mayoría menores de edad y de su mismo grupo de amigos, han sido detenidos en los últimos días por dos agresiones en la capital. Todos pertenecen a familias acomodadas, varias de ellas muy conocidas por su relación con el mundo del toro, la judicatura y la cultura.
La historia de estos adolescentes ha saltado a los medios de comunicación, pero, según los expertos consultados, no son insólitas. En Sevilla y en el resto de la comunidad hay otras muchas similares que se quedan en la sombra. Palizas protagonizadas por jóvenes sin ninguna carencia económica ni, aparentemente, social, pero que han encontrado en la violencia el juego más divertido.
María Luisa Cercas, la directora general de Reforma Juvenil de la Consejería de Justicia y Administración Pública, habla de un cambio "fundamental" en la última década: "Los chicos que entran en los circuitos de menores infractores entran porque no controlan su agresividad. Eso ocurre en clases bajas, medias y altas. Pero es cierto que se está dando la vuelta a la tortilla y ahora hay muchos más de las clases altas, que a veces son casi peores: están acostumbrados a pedir y que se les de, por lo que no tienen interiorizado un comportamiento que controle sus impulsos, ni normas cívicas". "La satisfacción la encuentran en la mera agresión, en la pelea. Quieren ser héroes en sus pandillas, que les consideren líderes ", advierte Cercas.
Para Isabel Ruiz, directora del centro de menores San Francisco de Asís, en Torremolinos (Málaga), el cambio del perfil del delincuente juvenil en los últimos 10 o 15 años ha sido "espectacular".

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